¿Solo trasnochado?

Pablo Da Silveira

En las semanas previas al final de su mandato, el hoy ex presidente Mujica se puso más verborrágico que nunca. Concedió entrevistas a medios nacionales y extranjeros, anunció que continuará en la política, se autoproclamó posible candidato presidencial para dentro de cinco años, se pronunció sobre una amplia variedad de temas y eludió venezolanamente otros.

En medio de tanto palabrerío, fijó posición sobre algunos asuntos políticos de fondo. En este plano destacaron sus ataques a la independencia del Poder Judicial y su idea de impulsar una reforma constitucional que convierta a la Justicia en un simple brazo ejecutor de las decisiones tomadas por el Parlamento. 

Un rasgo llamativo de estos planteos es que fueron formulados en un lenguaje más propio de los años sesenta que del siglo XXI. “La Justicia -dijo Mujica- refleja el peso de las clases que dominan en una sociedad. (…) Los instrumentos jurídicos están sometidos a la historia y la historia es la lucha de clases”. Todo esto suena trasnochado. Por lo pronto, el concepto de clase se ha vuelto exótico para la teoría económica, debido a su oscuridad y a su inutilidad metodológica.

¿De qué clase habla Mujica cuando dice: “Tengo muy claro a la clase que pertenezco”? Si habla de la clase obrera en el sentido de Marx, claramente no pertenece a ella. De hecho, muy pocos afiliados al Pit-Cnt pueden ser identificados como proletarios o campesinos en el sentido clásico. Y si hace alusión a la “clase trabajadora”, entonces hablamos de un grupo enorme (todos aquellos que viven de su trabajo) que abarca desde los peones rurales hasta los gerentes de empresas multinacionales.

El concepto de clase es tan oscuro que ha sido criticado por los marxistas más rigurosos. Por ejemplo, por los llamados “marxistas analíticos” que se hicieron influyentes a partir de los años ochenta. Su figura principal, Jon Elster, mostró que el concepto de “intereses de clase” no permite explicar el comportamiento de los actores. Es famosa su crítica a la idea marxista de un “ejército de reserva” constituido por desempleados a los que se mantiene en esa condición con el fin de deprimir los salarios. 

Para que tal cosa pueda existir, los empresarios deberían abstenerse de contratar personal aun en el caso de que pudieran ganar más dinero haciéndolo. Pero no es así como actúan los empresarios reales. El análisis riguroso muestra que los “intereses de clase” no suelen coincidir con los de nadie en concreto.

Pero sería un error limitarse a observar que el discurso de Mujica es trasnochado. Además, es deliberadamente polarizador y divisivo. 

Al hablar de “la clase a la que pertenezco” está recurriendo a la división entre “nosotros” y “ellos” a la que es tan afecta Cristina Kirchner. Su giro sesentista puede ser uno más de sus tantos bandazos, pero también puede ser un mensaje sobre la orientación que va a dar a su acción política. Si así fuera, Mujica estaría anunciando que va a jugar a la polarización, y que su principal instrumento va a ser el impulso a una reforma constitucional “bolivariana”.

No sería raro que esto ocurriera, porque Mujica ya ha apostado a polarizar las cosas para luego posicionarse como el único que puede apaciguarlas. Eso es jugar con fuego (algo que siempre le ha gustado) y es una estrategia poco digna de alguien que se presentó como presidente de todos los uruguayos.



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